PRIMER LIBRO DE ENOC. CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS

 Hasta ahora, ningún relato había reconocido la obra de los ángeles (caídos) sobre la tierra, como este escrito que nos muestra Enoc. Obra que ellos han hecho desde el principio de todos los tiempos, cuando se rebelaron en contra de Dios y desarrollaron su plan de venganza acá en la tierra.

Ellos, sin duda, han ejecutado una obra de maldad de la cual los Sagrados Escritos, dejan ver en uno que otro libro. Por ejemplo, una descendencia diferente a la de Adán y Eva que ya estaba sobre este mundo, cuando llegó Adán. Esto fue muy evidente cuando Caín le dijo a Dios que temía que alguien le matara, a lo cual Dios, tácitamente consintió, poniendo en Caín una señal.

También los Sagrados Escritos y otros como el libro de Enoc y el libro de los jubileos, nos hablan de la obra que hicieron los ángeles cuando se allegaron a las mujeres, engendrando en ellas y teniendo como hijos a unos gigantes. Esto ocurrió desde la antigüedad.

Es precisamente de esos hijos de los ángeles, de los que nos va a hablar Enoc en este capítulo 56. Estos hijos de los ángeles, que fueron sus queridos, fueron exterminados con el diluvio. Pero la información genética quedó en los hijos de Noé.

El capítulo 10 de Enoc nos cuente acerca del momento cuando Dios manda a decir a los ángeles que sus hijos perecerán. Dice así: Y a Miguel le dijo el Señor: ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza, ¡que sus hijos perecerán y ellos verán la destrucción de sus queridos! Encadénalos durante setenta generaciones en los valles de la tierra hasta el gran día de su juicio. “En esos días se les llevará al abismo de fuego, a los tormentos y al encierro en la prisión eterna. (Ap 20:10)

Pero lo realmente notorio acá es que el castigo impuesto a los ángeles contemplaba la destrucción de sus hijos y, que tal destrucción sería ejecutada con la implicación de los mismos ángeles, sus padres.

En este escrito, Enoc toca algunas porciones bíblicas. Pareciera que los hijos de los ángeles son llevados al lago que arde con fuego y azufre, descrito en Apocalipsis 19.20. Igualmente, pareciera citar Apocalipsis 16.16, lugar donde Satanás reúne a los reyes de la tierra, para la batalla final.

Escuchemos a Enoc:

Y vi allí a los ejércitos de los ángeles de castigo, que iban con cadenas de hierro y bronce.  Y pregunté al Ángel de la Paz, que iba conmigo, diciendo: «¿A quién van los que tienen las cadenas?» 

Y me dijo: “Cada uno a sus escogidos y a sus amados, para que sean arrojados al abismo, en lo profundo del valle”.

Y entonces, aquel valle se llenará de sus escogidos y amados, y los días de su vida llegarán a su fin, y los días de su extravío ya no serán contados.

Y en aquellos días, los ángeles se reunirán y se lanzarán hacia el oriente, sobre los partos y los medos. Incitarán a los reyes de modo que un espíritu perturbador vendrá sobre ellos, y los echarán de sus tronos; y saldrán como leones de sus guaridas, y como lobos hambrientos en medio de sus rebaños. Y subirán y pisotearán la tierra de mis elegidos, y la tierra de mis escogidos se convertirá ante ellos en un lugar de paso y en un camino trillado.

Pero la ciudad de mis justos será un estorbo para sus caballos, y provocarán matanzas entre ellos, y su propia diestra será fuerte contra ellos. Y el hombre no admitirá conocer a su prójimo, ni a su hermano, ni a su hijo, a su padre, ni a su madre, hasta que, por su muerte, haya suficientes cadáveres; y su castigo, no será en vano.

Y en aquellos días el Seol abrirá su boca, y se hundirán en ella, y en su perdición; El Seol devorará a los pecadores delante de los rostros de los escogidos”.

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