PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN_PROTOCOLO V

Organización centralizada. Medios de llegar al poder por la masonería. Causas de la imposibilidad de entendimiento entre los estados. El oro, motor de los mecanismos gubernamentales. Los monopolios del comercio y la industria. Importancia de la crítica. Como captarse la opinión publica. Importancia de la iniciativa personal. El gobierno supremo.  

¿Que gobierno puede resultar de la confusión y la corrupción general, de donde la riqueza se adquiere por la astucia y el fraude, del desorden, de donde la ética se impone por sanción en vez de consentimiento, en donde los sentimientos de patria y religión han cedido ante el empuje de las teorías liberales? ¿Que estilo de gobierno mas que el despotismo puede regir a estas sociedades?

Los judíos queremos establecer un todopoderoso gobierno central que nos permita manejar a todas las fuerzas sociales. Legislaremos la vida política de nuestros súbditos considerándolos como piezas del engranaje de una maquina. La legislatura los ira despojando gradualmente de las libertades y los privilegios que los cristianos les habían concedido. Nuestro gobierno alcanzara tal grado de despotismo que podremos despedazar y sojuzgar a los opositores y a los descontentos cuando y donde sea. 

Pero cuando se nos diga que este despotismo de que hablo no esta en armonía con los progresos modernos, yo demostrare lo contrario. 

Cuando los pueblos creían que los soberanos eran emanaciones de la voluntad divina se sometían sin chistar al despotismo de sus monarcas. Sin embargo, desde que le inoculamos al populacho la noción de sus propios derechos, consideran a los reyes como simples mortales. En cuanto les quitamos su fe religiosa, la autoridad paso a la calle, como si fuera de propiedad publica, y nos apoderamos de esta. Además de recurrir a todo género de estratagemas, nuestros dirigentes gobiernan tanto a las masas como a los individuos: se valen de unas teorías y una fraseología hábilmente combinadas sin producir reglas para la vida social. 

Estas teorías, de las cuales los gentiles no comprenden absolutamente nada, se acomodan a nuestro genio administrativo, fundado en el análisis y la observación, matizado por sutilezas conceptuales sin rival: no hay nadie tan ducho como nosotros en la preparación de planes de acción política y de solidaridad. Solo conocemos una sociedad que puede aventajarnos en la ciencia de gobernar: la compañía de Jesús; pero podemos desacreditar a los jesuitas, que no se ocultan, mientras que nuestra organización se escuda siempre en el secreto. 

Por otra parte, ¿que le importa al mundo que el amo que le toque tener sea el jefe de la iglesia cristiana o un déspota de la sangre de sion? Pero para nosotros, el pueblo elegido, esto tiene una gran importancia. 

En algún momento, una coalición de cristianos podría dominarnos. No obstante, estamos protegidos contra ellos por la profunda discordia y el intenso odio que hemos sembrado en sus corazones. Hemos logrado desarticular a los gentiles, enfrentando a los unos contra los otros en sus cálculos individuales y nacionales, con aborrecimientos religiosos y étnicos que llevamos alimentando veinte siglos. De ahí que ningún gobierno cristiano encuentre apoyo en el de su vecino en contra nuestra; cada uno considerara que una acción contra nosotros le podría costar cara. ¡Somos ya poderosos! Las potencias no pueden concluir ningún acuerdo sin contar con nosotros. 

Per me reges regnat: por mi reinan los reyes. Nuestros profetas nos dicen que somos los elegidos por dios mismo para gobernar la tierra. Dios nos dio el talento para que pudiéramos realizar esta obra. Si surgiera un genio en el campo enemigo podría combatirnos. Mas el recién venido no podría con los viejos luchadores de nuestra raza. La lucha seria sin cuartel, como el mundo nunca ha presenciado. Es muy tarde ya para los genios cristianos. 

Todos los engranajes del mecanismo del estado dependen de un motor que esta entre nuestras manos: el oro. La ciencia de la economía política, elaborada por nuestros sabios, nos demuestra que el poder del capital sobrepasa al prestigio de los gobernantes. 

Para tener libertad de acción, el capital debe monopolizar la industria y el comercio. Una mano invisible esta logrando ya esto en casi todo el mundo. Tal ventaja les proporcionara poder político a las industrias y el pueblo acabara siendo sometido. 

Actualmente, vale mas desarmar al pueblo que llevarlo a la guerra, utilizar las pasiones encendidas que calmarlas, apoderarse de las ideas ajenas y servirse de ellas que desecharlas. 

El objetivo principal de nuestro gobierno secreto es debilitar el pensamiento público mediante la crítica. Debemos hacerles perder el hábito de pensar porque la reflexión engendra oposición. Debemos distraer los espíritus con escaramuzas de elocuencia. 

En todos los tiempos, tanto los pueblos como los individuos han tomado las palabras como realidades; quedan satisfechos con la apariencia de las cosas y raramente se ocupan de observar si las promesas relativas a la vida social se cumplieron o no: por tal, nuestras instituciones poseerán una bella fachada que hable elocuentemente de lo que han aportado al progreso. 

Nos apropiaremos de la fisonomía de todos los partidos y todas las tendencias. Los oradores que infiltremos entre ellos serán tan locuaces que llegaran a fatigar al pueblo con sus discursos, al punto de hacérseles insoportables. 

Para tomar las riendas de la opinión publica, es preciso embarullarla hasta la perplejidad, regando de una misma vez por todas partes ideas y opiniones contradictorias; de esta forma, los gentiles se perderán en un laberinto, persuadiéndose de que, en materia de política, es mejor no tener opinión. Se convencerán por fin de que esta materia no puede ser dominada por el público, sino exclusivamente por aquellos que dirigen. Este es el primer secreto. 

El segundo secreto para gobernar con éxito consiste en multiplicar al extremo los desaciertos populares, las costumbres, las pasiones y las reglas de la vida común del país; así, nadie será capaz de pensar con claridad entre el caos que se arme y los hombres terminaran por no entenderse los unos a los otros. Esta táctica sembrara la discordia en todos los partidos, disolviendo los colectivos que no quieran sometérsenos; también desanimara cualquier iniciativa, por genial que sea. No hay nada más peligroso que la iniciativa personal; si esta fuera producto de un gran cerebro, podría hacernos mucho mas daño que los millones de individuos que hemos lanzado a entremeterse. 

Precisamos dirigir la educación de las sociedades cristianas de manera que, cuando traten de proceder por iniciativa propia, se desesperen y tengan que declararse vencidas. El esfuerzo que uno ejerce libremente se cancela con los impulsos libres de los otros; de ahí nacen los conflictos morales, las decepciones y los desencantos. 

Fatigaremos tanto a los cristianos con esa libertad que se verán obligados a ofrecernos un poder internacional que podrá acaparar los poderes gubernamentales de todos y formar un gobierno supremo universal. Reemplazaremos los gobiernos actuales por un espantajo que denominaremos administración del gobierno supremo. Sus tentáculos se extenderán por todas partes y di

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