UNA IGLESIA DECADENTE
Causa
inquietud mirar el camino que ha tomado la iglesia. Y uno se pregunta ¿Qué pasó
con el mensaje de los comienzos? Se hace un nudo en la garganta, y los
pensamientos se atropellan, unos contra otros, y no encontramos como describir
lo que vemos.
Debo
reconocer que antes formé parte de ese… teatro, pero sin darme cuenta de lo que
pasaba. Es como si hubiese estado adormecido con alguna droga, que llega al
cuerpo mediante el intelecto.
Aún veo a
algunos que estuvieron conmigo en los 90´s, y siguen hablando de la misma
manera. Es un estilo común, para transmitir el mensaje. Es la misma forma de
hablar. Ese mensaje de los 90´s continúa siendo predicado, y ahora con más énfasis.
¿Cómo hizo
Dios para sacarme de esa forma de pensar? No lo sé. Quizá influyó el haberme
separado de ese grupo, no por mi propio deseo, sino porque las circunstancias
de la vida me llevaron a eso. Ahora no pienso de esa manera, gracias al Señor. En
estos días vi que alguien de los que estuvieron conmigo en los 90´s escribió: “Bendecido
y en victoria”. Esto es parte del mensaje.
Pero no me
mal interprete: Yo creo que estoy bendecido, porque el Espíritu lo dijo a
través de Pablo: “Bendito el Dios y Padre
del Señor nuestro Jesús, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales en Cristo”. Yo creo en el triunfo del creyente, por
medio del Señor Jesús (2 Co 2.14).
El
problema, según veo, es que los líderes contemporáneos se enseñorean de unos
creyentes que no leen su Biblia, y si lo hacen es bajo una seducción de la cual
le es difícil escapar. La corriente que ha tomado la iglesia, está dominada por
un liderazgo que “prepara” al creyente para creer en algo. El liderazgo seduce
al creyente, y todos actúan bajo el poder de “una poderosa palabra” que no es
más que un fraude, vestido de espiritualidad.
Los líderes
actuales de la iglesia se aprovechan de la debilidad del creyente, y apoyados
en esa vulnerabilidad, crean una atmósfera de triunfalismo que luego, una vez
apagadas las luces y cerradas las puertas del auditorio, se desvanece. Porque
nunca existió. El liderazgo se ha promocionado a sí mismo de una manera como
Dios nunca lo hizo. La era apostólica moderna, no encaja dentro del plan
bíblico, pero esta estrategia es usada.
El liderazgo
ha buscado en la era apostólica moderna, el veneno para hipnotizar al creyente,
y presentarse a sí mismo como el “nuevo salvador”. Es así que, el líder moderno
es un ungido, que desciende del cielo, y viene de delante del Trono, con un
mensaje reconfortante para las multitudes, o para cada quien. Escuché a un
líder presentar a otro líder famoso, que dirige una iglesia de una altísima
membresía en Argentina, como alguien que trae palabra de Dios. Lo más triste es
que él dijo que hacía mucho tiempo que no escuchaban palabra de Dios. Entonces
¿qué les predica su líder? Junto a esto está el pecado de idolatría al deificar
al predicador. Es casi Dios, que vino a hablarles.
En esta
decadencia ha caído la iglesia moderna. La Biblia ha sido puesta a un lado,
porque la palabra que importa es la que trae el líder ungido, el apóstol
moderno, el profeta. Ya la gente no va a la Biblia a buscar la palabra de Dios,
sino que acude al auditorio, o al estadio a escuchar al evangelista invitado. A
escuchar al ungido, al profeta. Ya no se lee las palabras del Señor Jesús, a
pesar de que el Padre dijo: “este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia. A él oíd” (Mateo 17.5)
Esta es una
iglesia decadente, que ha sido construida sobre las bases de un liderazgo
astuto. Este liderazgo está en todas partes, en cada lugar de este mundo, y
están hablando lo mismo. El engaño es sutil e imperceptible, pero está ahí. No
han sentado a Dios Todopoderoso en su trono de Gloria, sino que le han puesto
al servicio del hombre. Esto es 666. El hombre-dios.
Mensajes para deificar al hombre lo escuchamos
por todas partes: “Hay que tener expectativas de algo grande”, suelen decir.
Para luego hacer sentir al creyente culpable, de que las “cosas grandes que
Dios preparó para él” no han sucedido, por causa de que está distraído en sus problemas,
y no le ha creído a Dios. Parece que Dios debe estar al servicio de cada ser
humano, para cumplir los planes que el creyente tiene, y que, supuestamente,
vienen de Dios.
Es allí
donde el lema “Bendecido y en victoria” cobra sus frutos. El mensaje del
liderazgo moderno, del “ungido de Dios” hace creer que cada uno debe caminar
sobre las aguas. El tema de “andar en lo sobrenatural” impregna las iglesias.
El creyente sale del lugar con una sensación de bendición extraordinaria, que
luego se disipa. Les enseñan a las multitudes que les escuchan, que Dios tiene
grandes planes con ellos, y que lo menos que pueden hacer, si es que le han
creído a Dios, es ir sacando demonios por donde quiera que caminan.
La fe
psíquica ha inundado las grandes congregaciones, y cada día son más los que
participan de este plan diabólico. Pero sus líderes modernos, los ungidos, los
han llevado a eso. Estos predicadores de multitudes les dicen que es la hora,
que es el momento, de comenzar a cambiar las cosas en su entorno. Les dicen que
Dios estará con ellos, y que con esa fe sencilla comiencen a declarar, y a
traer las cosas del plano de lo invisible, a la realidad. Es tiempo de llamar
las cosas que no son, como si fuesen.
Así el
creyente enfermo de espiritualidad psíquica, comienza a declarar, cosa que solo
hacen los satanistas de la Nueva Era, para traer al plano de lo natural, los
bienes que necesita: casas, carros, teléfonos, etc. La declaración forma parte
de “Ley de la atracción”, propia de los místicos y metafísicos, que creen en
traer las cosas al plano de la realidad. Y Satanás ayuda, dándole un
empujoncito a esa fe, mediante un “milagrito” de vez en cuando.
Así las
cosas, en esta era de iglesias modernas que tomaron el mal camino, un coriano
les ha enseñado una “nueva forma de espiritualidad”, basada en 4 pasos, para
llamar las cosas que no son como si fuesen. (Romanos 4.17) El único que hace
eso es Dios, y está basado en una
enseñanza de como un hombre anciano y una mujer estéril, pudieron tener
un hijo. Pero esta palabra nunca fue dada a los hombres.
Claro está
que el mensaje es atractivo. Un predicador argentino, de una enorme iglesia en
BsAs, siempre habla de lo mismo. Utiliza todos los versículos que existen en La
Biblia, y después de “darles un giro inesperado”, termina en el mismo mensaje
endiosador. Dios está allí para cumplir los deseos del hombre. Y en ese sentido
debemos decir que esta es la forma más efectiva de avivamiento. Aunque no
existe referencia alguna en las Escrituras acerca del avivamiento, los
predicadores modernos, los ungidos, han enseñado desde hace más de 100 años,
acerca del avivamiento.
Esto es, el
rápido crecimiento de las iglesias, basado en que la voluntad de Dios es que
esto sea así. Debemos entender, según ellos, que es la voluntad de Dios que
haya iglesias muy grandes, y otras muy chicas. Pero realmente tal avivamiento
de parte de Dios, no existe. El crecimiento desmedido en una iglesia, viene
porque una palabra agradable al oído se está predicando. “Dios tiene grandes
planes para ti”; “Dios va a hacer grandes cosas contigo”; “Dios te va a usar
poderosamente”; “Dios te ha llamado para mostrar Su Poder en ti”. “Sanarás
enfermos, echarás fuera demonios”, etc.
Este pastor
argentino, siempre termina sus mensajes de la misma manera. El aliento a las
multitudes para que “crean que Dios está con ellos” es una arenga que obliga.
Claro está el mensaje positivista empalaga, y crea adeptos. Y se corre la voz: “en
tal sitio predican una palabra poderosa”. Y es verdad, dicen ellos, las cosas
suceden. Entonces Dios termina cada faena sumamente agotado, por tener que “hacer
las cosas”, en cada quien.
No es
casualidad, en todas las iglesias multitudinarias se predica lo mismo. Un
mensaje positivista, que trabaja con la psiquis y no con las entrañas. Pero
para justificar el que han olvidado las Escrituras, y que ya no hablan de las
palabras de Jesús, argumentan que Dios cambia los tiempos. Este dios que ellos
venden, vive para servir al hombre y mantenerle agradado, por lo cual tiene que
ajustarse a los tiempos, y cambiar con ellos. Un pastor hablando del Salmo 23
dijo que Dios mantiene siempre la copa rebosando, y le suplica a sus ovejas que
no se vayan. Es decir Dios está forzado
a darle al creyente lo que pide, a costa de perderlo si no lo hace ¡Que blasfemia!
Claro está
que los mensajes positivistas que atraen multitudes, resultan muy bueno para
las finanzas del ungido. Es así que vemos que, generalmente, estos líderes
contemporáneos viven de una manera que… no sabría cómo describirlo…¿Próspera?
Entonces el mensaje positivista incluye una buena dosis de crecimiento
económico. Si el creyente no prospera, no está bendecido y en victoria, y esto
es así porque no ha escuchado bien la voz de Dios. Generalmente una ración de
culpabilidad, en cuanto a que se ha dedicado a pensar mucho en sus problemas,
lo cual le ha quitado sintonía con Dios.
Hoy día es común
ver a los ungidos con carros de último modelo, y trajes de marca. Claro ellos
se justifican diciendo que eso es respuesta de Dios a su fe, porque “siembran
en el reino”. Una congregación de miles, dejará millones en las arcas, a costa
de la siembra. Un pastor en Filipinas posee una propiedad de 10 has, con una
mansión, y hermosos jardines. Para su transporte personal usa un helicóptero. Posee
además vehículos importantes. Al consultarle de cómo había logrado eso dijo que
él tenía alrededor de 6.000.000 de seguidores que ofrendaban, o sembraban 1 dólar diario. Saque la cuenta.
Esa es la
iglesia visible. La que sale por los medios, por las televisoras. Pero esa no
es la iglesia verdadera del Señor Jesús. Esa es una iglesia decadente, que ha
engañado a las masas. Pero no todo es culpa de ellos, porque esas mismas masas,
no han querido buscar en las Escrituras la verdad. Y si se mantienen en esa
mentira, y en ese engaño, no entrarán al reino de los cielos. Isaías escribió
acerca de esto: “abrid las puertas y entrará la gente justa, guardadora de
verdades” (Isaías 26.2). Pablo hablando de la verdadera iglesia dijo: “…sepas
como conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente,
columna y baluarte de la verdad” ( 1 Ti 3.15)
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